Durante muchos años idealicé la maternidad, probablemente por todos los privilegios que tuve cuando fui mamá de Anabella y Paula.
Vivíamos en una casa muy cerca del cole, con patio y jardín, con un parque para las niñas, tenía dos señoras que me ayudaban en casa y todo era impecable, la ropa estaba siempre al día, me ayudaban con la parte no tan agradable de la cocina (fregar, recoger, limpiar etc) yo siempre cocinaba pero me libraba del resto de quehaceres. Que placer me daba cocinar en esa época…
Tener tantos privilegios me dio la oportunidad de elegir ser una mamá presente en la vida de mis hijos y además emprender con éxito en mi pasión.
La verdad debo decir: “Tuve la vida de mis sueños”, trabajé muchos años por ello, pero al final lo logré.
Hace 5 años todo cambió, cuando decidimos dejarlo todo y emigrar, buscando un futuro mejor para nuestros hijos.
De la casa de nuestros sueños, pasamos a vivir en un apartamento alquilado que era muy frio, oscuro y antiguo. Después de tener tres carros o coches como dicen aquí en España, pasamos a usar el transporte publico. Después de acceder a colegios privados y actividades extra, los coles públicos eran nuestra única opción.
Después de tener el trabajo de mis sueños, tuve que trabajar en un autolavado para ganar dinero y poder celebrar el primer cumpleaños de Paula aquí en España. Después de ser muy solventes pasamos a contar cada euro.
Un cambio de vida radical, fue difícil, y mucho, y ojo, esto no va en plan queja, todo lo contrario, porque esta ha sido la experiencia que más ha aportado valor a mi vida, lo que he aprendido ha sido grandioso y estoy agradecida con la vida por esta oportunidad.
Hoy, después de 5 años las cosan ya van fluyendo mucho mejor, pero en este tiempo no siempre fue así.
Y las pongo en contexto, mi yo de antes, era una mamá con mucha ayuda, sin preocupaciones económicas, enfocada en lo mejor para mis hijos, decidida a estar presente y atender sus necesidades emocionales y afectivas que eran mi prioridad, porque el resto de necesidades estaban cubiertas con holgura.
Y pasé a ser una mamá, sin prácticamente ayuda, con dificultades económicas y emocionales, preocupada de cómo atendería las necesidades básicas de mis hijos (casa, comida, ropa).
Algo que para mí no era una preocupación, por ejemplo lavar y secar la ropa, en una época se convirtió en un dolor de cabeza. No teníamos secadora y en invierno la ropa tarda hasta tres días en secarse, gracias a Dios ya tengo secadora.
Ya no era importante si hacían inglés, fútbol o flamenco, si nos íbamos de viaje o si queríamos hacer una gran fiesta. Lo importante era ver cómo tendríamos lo básico, lo demás pasó a ser un lujo.
Si tenían una pataleta o estaban frustrados por algo, ya mi disposición de tiempo, pero sobre todo emocional no era la misma.
Dejé de ser aquella mamá que solía ser y empecé a ser la mejor mamá que podía según las circunstancias. Sé que muchas veces para ellos no fue suficiente, pero era todo lo que les podía dar.
Allí entendí que la crianza respetuosa depende en un gran porcentaje de las condiciones y circunstancias familiares que tengas, y fue súper sanador porque dejé de sentir culpa y empecé a sentir compasión por mí misma.
Me di cuenta que idealicé la maternidad, y que mis circunstancias privilegiadas no me permitieron ser empática con otras mamás que se sentían como yo después de mi proceso migratorio.
Asumí que mi forma, era la única forma de ser una buena mamá y no se imaginan lo equivocada que estaba. Todas las mamás hacemos lo mejor que podemos con las circunstancias que nos toca vivir.
Hoy reconozco que mi paciencia no es la misma, estar presente es complicado por cuestiones de horario, pero mi tiempo libre lo enfoco en lo importante, en escuchar a mis hijos y sus necesidades reales. Mi mantra en estos momentos es: “Lo que es importante para mis hijos, es importante para mi”.
Carlos me expresa su admiración constante, Paula dice que cuando sea grande quiere ser como yo y Anabella me dice: gracias por estar cuando te necesito.
No soy la misma de antes, pero ahora todo es mejor, porque no intento ser perfecta, intento dar lo mejor de mí cada día, reconociendo que unos días será mucho, otros suficientes y otros muy poco, y eso también está bien.
Thay